El respeto de los derechos humanos de todas las mujeres y la eliminación de la violencia machista solo será una realidad si forman parte de esfuerzos mayores de toda la sociedad por garantizar la equidad y la justicia social para todas las personas y el planeta. Las violencias patriarcales se entroncan en un denominador común de desigualdades de poder patriarcal y colonialista que privilegia en base a los ejes de género, raza y clase, relajandonos a situaciones de opresión y discriminación estructural y sistemática que nos colocan como sujetos violentados y excluidos de los recursos y toma de decisiones equitativas. Nuestros cuerpos y nuestras vidas valen menos y solo será posible una transformación real si se visibilizan todas las violencias múltiples e interseccionales que sufrimos las mujeres por pertenecer a diferentes grupos y estatus. La opresión del patriarcado nos afecta de forma diferente si somos mujeres migrantes, negras, gitanas, racializadas, lesbianas, trans, trabajadoras domésticas, madres, psiquiatrizadas, madres, pobres. Solo los feminismos serán liberadores para todas si son interseccionales y no reproducen las mismas estructuras de poder colonialistas. 

Como mujeres racializadas, negras, afrodencendientes, vivimos violencias que son a menudo silenciadas en las reivindicaciones feministas y puestas en un segundo lugar, por lo que es importante visibilizar algunas de estas violencias que sufrimos: 

  • En el espacio público, nuestra existencia es cuestionada y señalada, somos las otras que nunca pertenecemos a la identidad homogénea que se presupone a la mujer occidental española. Se criminaliza nuestra presencia, cuerpos, expresiones culturales, y racialización. Se siguen realizando detenciones y paradas por perfil étnico. A pesar de que España no es, ni nunca ha sido, únicamente blanca. 
  • Nuestros cuerpos y nuestra sexualidad es representada como objeto de consumo para el deseo de lo exótico, de lo salvaje, de lo hipersexual, que nos pone en una situación todavía más objetual desde nuestra negritud y nos cosifica como dadoras de placer. 
  • La criminalización del desplazamiento forzado de mujeres de países del sur, no entendiéndose desde la UE y Estado español como razones suficientemente válidas de asilo y refugio la violencia sexual y de género, la mutilación genital femenina, la trata, la esterilización forzada, aborto selectivo, matrimonio forzado, crímenes de honor y discriminación por sexo. 
  • La externalización de la frontera sur como política promovida por los estados miembros,que traslada las fronteras a terceros países y nos evade de la responsabilidad de la garantía de los derechos humanos de las personas desplazadas y migrantes. 
  • La ley de extranjería y la existencia de los CIEs como cárceles que adoptan medidas que sistematicamente violan los derechos fundamentales de las personas de su libre circulación y movimiento, privandolas de libertad y siendo criminalizadas. Son espacios de violencias racistas, torturas, neglicencias y faltas de recursos básicos, violaciones, agresiones sexuales e incluso muertes que quedan impunes y sin investigar. 
  • La carga de trabajo invisible que soportan las mujeres migrantes de los cuidados sin garantías legales ni derechos laborales como única vía de subsistencia, que además sostiene toda una cadena global de cuidados que traslada los cuidados de unos hogares del sur a los hogares del norte, fomentado las relaciones coloniales y patriarcales. Fortaleciendo a eximir al Estado hacerse cargo del cumplimiento de las responsabilidades de cuidado y bienestar social. 

Por ello este 8M, salimos a la calle contra el racismo institucional, de género, la vulneración de DDHH que supone la mera existencia de CIEs, el racismo histórico, el capitalismo que nos explota, el colonialismo que nos empobrece, el racismo que nos violenta y el machismo que nos viola y asesina.

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