"Las luchas necesitan relevos y espacios amorosos de descanso y de conectar con la alegría y la esperanza. Queremos que nuestra lucha y nuestra rebeldía en este proceso nos ponga a nosotras en el centro, nos cuide y nos escuche"
Vamos a ser brutalmente honestas. Nos gustaría que Biznegra no cumpliera 2 años, es más, nos gustaría que no hubiera nacido. ¿Por qué? Porque queremos no tener que luchar. Queremos existir y no resistir. Nos gustaría ser amigas, compañeras y ya. Nos gustaría habitar en esa sociedad transformada, esa utopía donde no exista la desigualdad, donde unas vidas no valgan más que otras.
A veces, desde dentro y desde fuera de las luchas, se romantiza la rebeldía y la resistencia como un estado que nos identifica de manera casi esencial y, de algún modo, nos exige estar siempre preparadas para ser campo de batalla y sostener todas las violencias con entereza. Nos puede llegar a convertir en personajes y no permitirnos ser humanas. Estos dos años han sido un camino desafiante, hemos expuesto nuestros cuerpos, caras y nombres al espacio político desde la disidencia y la rebeldía. No es algo que hagamos en nuestros ratos libres, no es nuestro proyecto personal, no es participación ciudadana, se trata de proteger la vida, se trata de vivir o morir. La memoria de nuestras ancestras y los logros de nuestras hermanas hoy nos nutren para mantenernos y amplificar los logros conseguidos, honrando al camino abierto que caminamos ahora, con la tierra más plana y menos piedras. Las luchas necesitan relevos y espacios amorosos de descanso y de conectar con la alegría y la esperanza. Queremos que nuestra lucha y nuestra rebeldía en este proceso nos ponga a nosotras en el centro, nos cuide y nos escuche.
La tensión entre los cuidados y la resistencia se siente todo el rato. Si no es en comunidad no puede hacerse, los afrofeminismos beben de lo colectivo, de lo oral, de la vivencia, de la línea difusa entre lo privado y lo público, «¿hubo espacio privado alguna vez para las mujeres negras?» Estos dos años, sin comunidad, no hubieran sido posibles. Solo así lo visionamos, solo así nos entendemos. No obstante, de nuevo, la comunidad y la soledad están muy cerca. Crear y sostener comunidad afrofeminista es un trabajo que exige tomar decisiones conscientes todos los días. Decidir quedarse y creer en un sueño y un posible colectivo desde nosotras con nosotras. No siempre es fácil. Implica también momentos de soledad, de frustración, de querer acelerar procesos que tienen ritmos particulares, que están complejizados por una gran cantidad de ejes de poder, violencias y lugares de enunciación. Tiempos y energías de hermanas destinados únicamente a sobrevivir. No obstante, también creemos en los procesos, creemos en tejer redes desde lo chiquito, en tener una mirada que nos aleje de compararnos con otros procesos que parten del privilegio del ser, aquellos en los que no se cuestiona de base el sujeto que habla. En esta comparación es donde nos perdemos la parte clave, parte que atraviesa a los afrofeminismos y que llama a la descolonización, que pone en jaque todos los sistemas y que supone una cantidad brutal de energía, recursos, tiempo y vidas para confrontar. Nos deja solas incluso entre nosotras, nos separa y nos violenta constantemente, deshilachando las telas que tejemos.
Hemos estado aquí siempre pero juntas es más amable. En esta lucha por la vida, sí elegimos quedarnos, cuidarnos y seguir construyendo desde nosotras con nosotras.