
Hoy, 25 de julio de 2021, Día internacional de las mujeres afrodescendientes queremos pararnos y acuerparnos. Estamos exhaustas, cansadas, precarizadas, estamos juntas, nos encontramos, nos escuchamos y nos abrazamos con los cuerpos y en la distancia, nos instalamos cuando podemos en la alegría y en la esperanza, en el gozo y en el descanso entre hermanas.
Resistimos y sostenemos, peleamos y recuperamos espacios. Nuestra salud mental, maltratada, nos deja al borde de los bordes, una salud mental que no puede verse de otra forma que no sea estructural y política, que tiene que ver con el acceso a la vivienda, con poder tener un empleo digno, con que se nos reconozcan los méritos conseguidos en nuestros países de origen en procesos migratorios, con la regularización administrativa y la garantía de ciudadanía, con la seguridad afectiva y material, con el derecho a una maternidad libre y segura, con el acceso a derechos sexuales y reproductivos, con la protección de los derechos fundamentales y la atención integral en situaciones de vulnerabilidad y violencia, con el fin de la violencia estructural y policial, con la recuperación de la memoria y de la historia y la reparación social y comunitaria. Nuestra salud mental aloja de forma permanente y sostenida todas las violencias y, cada vez más, nos urge atenderla y sanarla, acto personal y político que tiene que pasar sí o sí por la restitución de los derechos, oportunidades y garantías para las mujeres afrodescendientes.
Este es un mensaje que va de hermanas a hermanas, que lanza un llamado de “Hermana, yo estoy contigo”, estamos haciendo mucho, estamos haciéndolo todo el rato, estamos sosteniendo y transformando, somos lideresas de cambio y de movimientos en un sistema que nos quiere aniquiladas. Estaremos siempre con nosotras, respaldando, apoyando y abonándonos para que las hijas de las hijas, las que están, las que fueron y las que vendrán estén, ocupen, incomoden, transformen.